AL LECTOR:

Narraciones de hechos y acontecimientos recordados por el autor; otras recogidas de la tradición oral y escrita.

martes, 17 de septiembre de 2013

Alumnos parragueses en el Colegio "La Arquera"

El número de parragueses que pasaron por el Colegio de los Hermanos de La Salle, con anterioridad a la Guerra Civil del 36-39, es grande. En esta entrada trato de recoger tan sólo algunos de los nombres de la primera mitad del siglo pasado que están en el recuerdo de mi padre. Nombra también algunos vecinos de La Pereda y de Bolao, a los que le unía amistad o parentesco sin que pretenda hacer una exhaustiva lista de ellos, ni mucho menos. Esto es lo que recuerda mi padre, con 96 años. Él no pudo asistir a las clases del colegio, pero puso interés en aprender de su hermano mayor, Jesús, la caligrafía tan característica de la letra inglesa que aún refleja en sus escritos.
Agrupados por barrios, para tenerlos ordenados, me dice que fueron a la Arquera:

Del barrio La Veguca, en la casa del tío Martín: sus nietos Martín y José Manuel, (“Seíno”), hijos de la tía Marina y del tío Máximo.

Del barrio Tresiserra, de la casa de Manuel y Melia: sus hijos Camilo, Pedro, Felipe, José Ramón, (“Mon”) y Laureano, (“Nano”).

Del barrio Tamés, Manuel Mijares, criado por su tía Marica Mijares.

Del barrio de la Caleyona, en la casa de Joaquina Romano y Ramón Noriega González, su hijo Ramón, (“Monchu”).

En El Cuetu, los del Palaciu, José González.

De Brañes, Eusebio Sobrino Gómez, hijo del tío Kiko y de la tía Malena. Constante, (“Tante”) y José Junco Mendoza (“Torero”), hijos del tío Joserrín y de la tía Piedad.

De Rupandiellu, José Ramón, José Antonio y Pedro Gómez Pando, hijos de Antonio Gómez y María del Carmen Pando.

Del barrio de D. Diego, Juan y Ángel Ruisánchez, hijos de Ursino y Josefa, (“Pepa”).

De la Casona, estando en la última vivienda que tuvieron mis abuelos, asistieron al colegio los dos mellizos: Félix y Saturno González Gutiérrez, hijos de Santos y de María.

De Pedrujerrín, Ricardo Gómez Gutiérrez, (“Ricardín”) hijo de de Ricardo y María. Jesús González Gutiérrez, hermano mayor de mi padre, (de los ocho varones que fueron y dos hermanas) hijo de Santos y de María la de Félix. Ignacio Sobrino, hijo de Tomás, (“El Guarda”) y Damiana.
Emilio, (“Milio”) y Ramón de la Vega Gutiérrez, hijos de Salvador y de Emilia.
De la casa de tía Anita y tío José, sus hijos Francisco, (“Paco”), Juan Luis, Ángel, (“Óscar”) y Eduardo González González, (“Pachu”).

De la Vega los Romeros, Fernando Gómez, (“Guirni”), hijo de Lorenzo y de Modesta.

De Vallanu: Sus primos: Félix, Pepe, (“Potes”) y Pedro González Díaz, hijos de Santiago (“El Sordu”) y Generosa, (“Gene”).

De la Pereda, Santiago González de la Fuente, ("Santiaguito el Abogáu") hijo de tío Jesús y Bonanza. Ramón Hano Fernández hijo del tío Félix y María. Ángel, (“El Pantorrín”) y Fernando Mijares hijos de Fernando, (“El Pantorro”) y de Rosa, (“Rosa Rosa”).

De Bolao, Ramón, (“El Herreru”), Alejandro, (“El Sastre”), Bartolo y Jesús Gutiérrez hijos de Jesús, (“Lirio”) y de Isabel.



sábado, 6 de julio de 2013

Topónimos de Parres


  
1.- Como trabajo anexo a la toponimia, incluyo el enlace a una publicación que hice con posteridad al presente trabajo: "REFUGIOS DE PIEDRA" que se puede bajar en formato [.PDF]. En él doy datos de las casas y de sus moradores, prácticamente, en algunas desde los inicios del S. XX, ordenadas por barrios que son como núcleos de población o agrupamientos que conforman el conjunto del pueblo. 
R.Glez Noriega

2.- APEOS DE LA PARROQUIA SANTA MARÍA MAGDALENA DE PARRES


Fuente de documentación:

APUNTES HISTÓRICOS DEL LIBRO DE FERMIN CANELLA Y SECADES
LLANES Y SU CONCEJO”
Editado en Llanes, 1896
Establecimiento tipográfico de D. Ángel de Vega
Calle Mayor, números 6 y 8
Dice así:
Santa Mª Magdalena de Parres
A 7 de marzo de 1713, presentes Juan González de Cotariello de cincuenta y ocho años, Pedro Gutiérrez de cincuenta y ocho y Marcos de Arenas de ochenta años vecinos del lugar de Parres de este concejo y de los más ancianos en su parroquial (I) de Santa María Magdalena de dicho lugar; y dijeron que dicha parroquial de Parres y la parte de el Vendaval confina y tiene sus términos con la parroquial de Porrúa que dicen la Cotera Bermeja y al Collado de los Diez, y al Cueto de La Collada y al Hoyo de Fuentes y al Cueto de Las Melendreras, al Hoyo de Garandiella, y al Cueto de Mazacarabia; y por la parte de el Sur confina y tiene sus términos hasta el canto El Cuera, y hasta la jurisdicción de Peñamellera y Cabrales: aguas vertientes a Peñamellera y Cabrales; y por la parte de el Nordeste confina y tiene sus términos con el lugar de La Pereda, en el río Gijón, en donde están Las Pisas, a la cueva de El Pindal, y a la cabeza de Turbina; y por la parte de el Norte confina y tiene sus términos con el lugar de Póo y lugar de Pancar y La Carúa que es el camino de las feriadas al Calero de Arduengo, y a la portilla de Collamera. Y declararon: que dentro de dichos términos por la parte de el Sur, hasta confinar con la jurisdicción de Peñamellera y Cabrales hay vallados, cuetos, cuestas y montes bravos por plantar que es término común y propio de los vecinos de dicha parroquia y otros de esta jurisdicción, en virtud de dicha donación y privilegio, que sirve para el pasto, sustento y alimento de los ganados mayores y menores; y que en dichos montes hay muchos prados , casas de ganado y cabañas para pastores que cuidan dichos ganados; y dichas casas y prados propios de diferentes vecinos de esta jurisdicción, los cuales siempre se los ha visto gozar y gozan de inmemorial tiempo a esta parte; y que así mismo a la parte de el Sur de dicho lugar de Parres hay la Granda que llaman de El Toral, que serán cuatro días de bueyes poco más o menos, por cerrar y por plantar; y así mismo por la parte de el Sur de dicho lugar de Parres hay otra Cotera que llaman de La Banza, que serán seis días de bueyes poco más o menos por plantar y cerrar; y por otra Granda cerca de las referidas, que llaman el Tendijón, que serán cuatro días de bueyes, poco más o menos por plantar y cerrar; unas y otras de tierra bravía y por agricultar, que unas y otras son comunes a los vecinos de dicha parroquia y más de este Concejo, en virtud de dicha donación. Y que asimismo saben por haberlo visto que Domingo Sánchez vecino de el lugar de Pancar se entrometió a hacer una cabada que será medio día de bueyes poco más o menos en el Cueto de Arbasendes, siendo término común de los vecinos de dicho lugar y parroquia de Parres, y que hará de esto cinco años poco más o menos. Y que asimismo en el Cueto de Arbasendes hay otras dos o tres cabadas, que no conocen a los dueñas de ellas, siendo dicho término común propio de los vecinos de dicha parroquia de Parres y más de esta jurisdicción en virtud de dicho privilegio y donación; y que no saben ni tienen noticia de que otro particular alguno poderoso posea ni se haya entrometido a poseer otra cosa alguna que se incluya dentro de los términos de dicha parroquia, y que no tienen noticia de otros términos realengos, ni baldíos ni comunes más que lo que llevan referido; y que todo es la verdad, etc.” (Págs. 340, 341 y 342)
(Es una copia del original)
3.- Topónimos de Parres, Llanes, Asturias.
por R. Glez. Noriega

A la mayoría de los nacidos en Parres les sonarán estos términos. Muy pocos de entre ellos, tienen ya una idea exacta de dónde queda cada sitio y otros, simplemente desaparecieron con el paso de la autovía y los viales de servicio en torno a ella y por la cantera. Confieso no conocer muchos de ellos y otros se fueron borrando por el desuso y el inexorable paso del tiempo alejado del terruño.
Como siempre me atrajo tal estudio, tuve la curiosidad de recoger a tiempo de boca de mis padres los que aquí expongo para que sirvan al lector de la revista por si quiere continuarlo.
Estos son los topónimos que, en un recorrido virtual, ordena así mi padre, Santiago González Gutiérrez, Taro:

    Límites del pueblo: Topónimos: (En negrita, las fuentes y manantiales de Parres)

De los Riscos para abajo:
    Los Jogos del Pindal, Las Ballinas, La Sentín, La Barrera, La Torca del Pindal.
    De los Picos de Mazacarabia, a La Cotera del Cerezal, al Cuetu las Melendreras, a la Riega Fuentes y a la Busteriza y al Cuetu la Vista, a Collamera, por Cobuxu, a La Cantera las Mestas, al Ríu Vallanu, a La Vega, a Covarada, al Puente’l Tío Hilarino, (Hilarino era el padre de la Roxa), por Corisco, al Cuetu La Mina, a la Casa’l Xor, a Requexu por El Bosque de Quicón, a la Riega la Espina, a la Vega’l Rey, al Jou las Maconas, a la Riega la Piedra, a la Cabeza la Riega y a los Jogos del Pindal.
La fuente de los Teyeros, La Cotera la Banza, Las Encinas, El Bosque Súpila, La Bolera, La Cotera San Janu, Fuente berrosa, El Picu los riucos, L’Arenal, El Boscón, El Pindal, La Churra’l llanucu, La Peña Alonso, Cueva oscura, El Mazu, La Colina, Los Cotaxos, La Fuente la O, El Coz, Saltu Clara y Mazacarabia. El Bolugu, el Jidio, Moscadoria, Requexu, La Puntiga, Santa Marina, Mazacobezu, Los Navares, El Toral, Los Xuncos, La Llosa, Mataoveyas, Los Carriles, Mosquitu, La Vega, La Polla, La Retuerta, Los Vaqueros, Rumoru, El Roble, Malconceyu, La Riega la Cabra, Las Melendreras, Patica, Las Llastrucas, La Corona, Nozalín, Campu’l Diablu, El Inxerta, La Bacallora, El Picón, La Manga, Rabugandín, Jorada, La Boriza, El Jorcau l’inborniu, Prau l’imborniu, Pandenes, Jou’l Duque, La Mata, Gelguerosu, La Quinta, El Borizu, Las Antascas, L’Ardina, Maraxiegu, Entrepeñas, Jou la Vieya, Barreru, Covajornu, Cuetu la mesa, Trescoba, Picu la Concha, El Carril, La Vega Póo, Argandeñu, Ronzón, Reburdión, Cuetu la Collada, Riega Fuentes, Uzniu, Las Cruces, Carcoviu, Resielles, Recostón, Xelgueres, Las Cárcovas, Viñes, La Cuesta, Mortoriu, Sucuetu, La Pedraya, San Antón, La Viña, El Maruxu, La Coladoria, Ancueva, Calmor, Los Cuadros, La Puerca, Llagu, La Vega, La Biesca, Sarnijuera, Valladal, Cuetu la Taberna, Soa, El Pandiu, Robledos, Las Abariegas, Bardialón, Bazazal, Arduengu, Piriella, Entrecuetos, Las Nieves, La Vara, la Güerta Goyu, Campu la fuente, La Jornica, La Piniella, El Palaciu, El Cuetu, Tamés, Coxiguero, Tresierra, Pinaza, Maraxiegu, Las Pozonas, La Güerta Miranda, La Vegona, La Granxa, La Calzada, El Culón, Pedro Bexe, Campu’l Roble, Cospechu, El Mirador, La Caleyona, La Veguca, la Conchuca, Cabrajigu, La Jorcadina, La Cotera la Traviesa, Covielles, El Burru, Los Santos, Rumbos, VallanuCuetu Puñu, Sabugosa, El Colláu, La Bolera la Xunca, la Campa, La Covaya, Don Diego, Ribaz, Caleya San Román, Pedrujerrín, La Jorna, Jou’l Cubil, Calvu, La Güeira, La Concha, La Vega los Romeros, la Casona, la Concha la Bartola, las Llagunas, La Arena, el Ranchito, el Cuetu las Cerezales, el Jou Martín…

    Algunos de estos términos no son estrictamente parragueses, al compartir lindes con Porrúa, Póo, Pancar, Soberrón y sobre todo con La Pereda a la que nos une la misma parroquia y mayor cercanía.
    Estos vocablos son como mojones del tiempo, que preservan las tradiciones, las labores, las formaciones y características del terreno, el ingenio de sus gentes, la vegetación predominante, el paisanaje en una palabra, la idiosincrasia de sus pobladores.
Abundan los términos relacionados con el agua, de los que resalto tan sólo los que hacen mención al término fuente o al lugar donde se encuentran las más conocidas. Seguramente fueron los elementos esenciales, entre otros para fijar el asentamiento del poblado primitivo.

FUENTES MÁS CONOCIDAS POR EL USO QUE TUVIERON

    Los manantiales de agua coronan el recuerdo de las gentes que viven lejos del lugar. Con la canalización del agua hasta las casa, las fuentes se fueron cerrando y perdiendo protagonismo. Muchas se perdieron por la alteración artificial del terreno y otras por cambiar el drenaje subterráneo. Hago memoria de un total de veintitrés fuentes y sin exagerar, se podrían clasificar por alguna característica diferenciadora, existiendo de aguas duras, calizas, finas; barrosas, ferruginosas, gruesas, con sabor a riega, olor a helecho y mofu, frescas o caldosas.

LA JORNICA
     De ella llevábamos agua para las casas de los barrios de “arriba” de la carretera: Tamés, El Palaciu, El Cuetu, Coxiguero, Trisierra, Pinaza, La Veguca, La Caleyona, Cospechu, El Campu'l Roble y La Piniella.
    Es un afloramiento protegido por una caseta de piedra cubierta de mortero. Por una abertura dejada en una de sus paredes, sacábamos el agua cristalina con un tanque que siempre había allí o llevábamos de casa. Cerca de ella hay un bebedero hecho en piedra de igual construcción y surgían diversos manantiales que hacían una charca llena de plantas de berros donde abrevaban los rebaños de animales. Cada cual con su manía, unos se hundían hasta los corvejones en el fondo del arroyo, en tanto que otros preferían el agua que brotaba de entre las arenas, cuando la mayoría iba derecha al bebedero en el que sobrenadaba una verdosa tela de algas y lentejas. Con el aire caliente de sus ventanas nasales ahuyentaban a renacuajos, tritones y demás moradores.
    Siempre se dijo que el agua de la Jornica, viene desde las cuestas y pasa por La Ardina, donde recuerdo haber oído el agua en una covacha. Había un atajo que pasaba por la Jornica, desde La Piniella al camino de la Iglesia, por unas paseras, entre mentas de agua. ¡Cuántos de mis recuerdos infantiles se hunden para siempre en aquel paraje de xanas y ondinas!
Mi vecina Rosi Sobrino Arenas me dijo que no me olvide contar que con el agua de La Jornica se bautizaron los parragueses y los peredanos. Con su agua se llena el calderín del hisopo que bendice a los animales de San Antón o la última morada en el campo de la barrera. Me pasa estos versos que se cantaban por San Juan en el enrame de la fuente, antiquísimo culto al agua, con toque de pandero y pandereta:

I
Vamos a enramar la fuente,
la fuente de la Jornica
que con el agua que mana
se consagra y se bautiza.

II
Vamos a enramar la fuente,
la fuente de la Jornica,
donde todos los años crían
un papín y una cerica.

III
Los anabios del Cuera
bien haya quien los cortó.
Los cortó Rosa Sobrino
y un galán que le ayudó.

IV
Vamos a enramar la fuente,
la fuente del Cañu nuevo,
con los anabios del Cuera,
y con la flor del romero.

V
La fuente enramada está,
la fuente enramada queda.
La fuente enramada está
con dos arcos y banderas.

FUENTE'L CAÑU NUEVU o CAÑU LA VIÑA
    Esta fuente, pudiera decirse que era la de los vecinos de “abajo”, de la carretera, aunque este término carece de sentido espacial, pues de ella se servían los barrios de Brañes, La Casona, La Concha, Ribaz, La Vega los Romeros, Pedrujerrín, y Recuestu, unos a nivel de la carretera y otros por encima o por debajo.
    Esa diferenciación geográfica obedecía a la forma de dividirnos en dos bandos a la salida de clase. Acudíamos a las tapineras antes de meternos en una batalla campal, nunca mejor dicho, entre los de “arriba” y los de “abajo”. No siempre estaba clara la pertenencia a uno u otro bando, pues los había que tanto podían ser de uno u otro, dependiendo del sol que mejor calentase. He de confesar que los de abajo, por cuestiones físicas gravitatorias, llevaban, casi siempre, las de perder.
    Nuestros juegos eran así de bélicos como los episodios que acababan de pasar. Los términos usados dan fe de ello: las partidas, el bipartidismo arriba, abajo, el juego del soldado, al escondite por barrios o cuevas, bandoleros, fugados y guardias. Otras veces, adentrándonos más en la historia, con espadas de madera imitábamos al Cid o a héroes de tebeos, Capitán Trueno , Jabato y Robin Hood con arcos y flechas, honda neolítica o el sofisticado tiragomas con el que no dejábamos cristal de las casa en ruinas ni tacilla aislante en el tendido eléctrico. Jugábamos a “indios y vaqueros”, a “policías y ladrones” y a las interminables “partidas” de “pescar” y “déla” por la bolera o a “presos y carcelero” en el pórtico de la iglesia o en los portales de la escuela.
    Junto a la fuente, el bebedero y seguido un hermoso lavadero. Los lunes, entonces era así, las mujeres acudían con las bateas de cinc repletas de ropa. Si había sitio suficiente, entre los dieciséis depósitos que existen, cada lavandera elegía dos colindantes. En uno remojaba la ropa con lejía y frotaba prenda por prenda, sobre la piedra finamente labrada con la pastilla de “chimbo” y el cepillo. En otro depósito la aclaraba y le añadía el añil que les aportaba blancura y un característico olor a las prendas recién lavadas. Si no llovía, tendían la ropa sobre los muros de la finca cercana para recudir el agua.
    En los recreos, antes de subir a las aulas, calmábamos nuestra sed y aclarábamos la sudada. y a por agua con el botijo o para la limpieza de la clase, la tarde de los viernes.

MANANTIAL DE LA CHURRA. 
    
    Como es habitual, algunos topónimos son un lujo de exactitud en lo que definen y es el caso de esta fuentina que mana al cabo del lavadero, donde solíamos ir a jugar los niños, y las niñas, con el hervidero de berros que allí nacían y los llevábamos a repoblar el resto de bebederos.

FUENTE DE LA REPÚBLICA.
    Es sin duda, el topónimo más revolucionario que perduró como testigo mudo imborrable de la época en que fue construida.
En un cruce de caminos, servía sus aguas a los barrios de La Covaya, La Xunca, Calvu, Jogucubil, La Concha, Ribad, Don Diego, La Campa, La Tinuta y Rupandiellu, El Cotaxu, La Bolera, El Colláu y Sabugosa.

FUENTE DE COVARADA.

    Sirve sus aguas al barrio de Vallanu y al río de su mismo nombre, en la salida de la caverna que horada el Cueto Las Cerezales, que llega desde Covarón, en Corisco, donde se aboluga una vez más el Melendru. En Covarada, lavaban las mujeres, de hinojos en la arena de la orilla y frotaban las prendas sobre lastras de roca inclinadas, medio hundidas en el agua del río. Las tendían, si el sol acudía a secar el rocío de la noche, sobre la pequeña campera adornada de mentas y catasolas.

En el sitio y barrio de
Cuetupuñu existe otro pequeño manantial que da sus aguas al Vallanu por entre un campo de juncos y pequeña chopera.
A las aguas de los ríos, se llevaban las ropas de las familias en las que alguno de sus miembros padecían de afección pulmonar, de largo tratamiento con reposo. Había un excesivo cuidado, pues las penicilinas no estaban al alcance de todo el mundo. Había pocas casas en las que no hubiese alguien afectado y eso suscitaba, dicho suavemente, un cierto recelo entre el vecindario. En otras fuentes, más alejadas del pueblo como las de La Palaciana, camino de Bolao o las de Golondrón y Jorimiga, a la sombra de enormes castaños y ya perdidas ambas, por la acción de la cantera, junto a las que se iba por la caleya de La pata la Mula. .

FUENTE MOSCADORIA.
Guardo imborrables recuerdos por haber acompañado a mi madre a lavar en un pozo que a mí me parecía profundo, a la sombra de unos alloros. Cercano estaba el depósito de aguas y aún puede verse la construcción hecha de cemento que debió de encauzar en un canal, de eso me di cuenta recientemente, el agua hastaRequexu, donde bien pudiera haber existido una pequeña aceña, si se atiende a los abultamientos del terreno por donde pudiera pasar el calce. En este sitio, cercano al río Melendru, también se lavaba.
    Solían ponerse de acuerdo varias madres para hacer más llevadero el trabajo. Mientras ellas charlaban de sus cosas, nosotros vagabundeábamos como príncipes por los prados a la caza de los grillos o botábamos barcos que eran cortezas desprendidas de los arces. El río se cruzaba por unas paseras. Nosotros, cual ingenieros hidráulicos, con troncos, tapines, piedras y mollejas represábamos el agua. Llevábamos las pequeñas balsas junto a la fuente para soltarlas y comprobar cuál de ellas sorteaba las cañas, las hojas y los remolinos del agua. Corríamos a esperarlas junto a la presa y las recogíamos con una vara de avellano. Antes de regresar, vaciábamos de arena nuestras playeras y recomponíamos las empapadas suelas de esparto. Las dejábamos recudir al sol en tanto dábamos cuenta a nuestra excelsa merienda de garitu de pan y onza de chocolate.
    Quien no haya probado a beber del chorro de una fuente, ya sea usando las palmas de las manos o hundiendo la cara en el manantial, no puede conocer el verdadero sabor del agua. 
    
    También desaparecieron la fuente de las Llastrucas y la de Patica así como la piedra que marcaba La fuente de la O, unos metros más arriba de la Fuente los Vaqueros, manantial que abastecía el depósito de Porrúa. No sé si aún da agua la fuente de Las Melendreras, donde vivía mi bisabuela Lisa. La Retuerta, El Sapu, La Churra el Llanucu, La Arenal, El picón de los Riucos, Fuenteberrosa, Santa Marina, donde bebíamos tras los partidos de fútbol en el campo, Reburdión, y alguna otra más que quedan ya para el olvido.

LAS CUESTAS DEL TEXÉU.
    Las conocidas como cuestas del Texéu son verdaderos hitos visibles que tanto sirven para cuadricular el espacio como para medir las sombras, verdaderos calendarios para los más curiosos y observadores. Desde el Picu Castiellu, al Oeste, comienza una ristra de cuestas con la primera, pequeña ella, El Boduncu y le siguen Raíz, Copiñuelu, Gallaresta, Suseru, el Caballu, por la que se sube al monte, Cárabu, Porcuza, Salgar, Ventosina, Ventosona, Cotera Alta o La Pereda, Piedra, Pindal, Traveséu, Sopeña y Sopinielladesde donde se va al Saltu Clara y la Torca de los franceses y se está ya en Mazacarabia en cuyo límite de aguas, parten los territorios de Parres con los de la vecina Porrúa.

PORTILLAS DE CIERRE DE ERÍAS.
    Otros lugares dignos de recordarse son las portillas que eran los accesos al pueblo y con las que se protegían los cultivos de las erías del paso de animales sueltos que podrían darñarlos. 
    Estaban las portillas de la Caleyona y junto a ella el Corral, que era un huerto hondo, cerrado de muro de piedra y portilla, donde se recluían a los animales que pastaban libremente en las erías. Para rescatarlo su dueño debía abonar una tasa estipulada según los daños ocasionados. 
    La portilla de la Magdalena junto al campo de la iglesia y el caleyu de su mismo nombre y paso del camín de Mortoriu. 
    La portilla de la Viña, la primera en desaparecer de la que cuenta mi padre que recuerda de niño cuando corrían a abrirla si sentían rugir algún motor que llegaba por las Castañares. Así a cambio, en contadas obtenían unos céntimos de propina por evitar a los conductores la molestia de parar, bajarse, abrir, montar, arrancar, y vuelta a parar, bajarse, cerrar, montar y arrancar. 
    La portilla de la Collada en el viejo camino del Culón, junto al cuetu Calmor. 
    La portilla del Pandiu, junto a la Jorna de la tía María, paso hacia la Vega y camino del Colegio de la Arquera.
    La portilla de Cuetupuñu. 
    La portilla de la Boriza junto al bosque de La Mata... 
y La portilla de Jorada que cerraba el paso a las erías de Porrúa.

CUEVAS
    No pueden quedar atrás los nombres que reciben las principales cuevas de entre la infinidad de ellas que aparecen por ser el terreno calizo. Por orden de importancia emocional para mí, cito la de Covajornu y Santa Marina donde se protegieron mi familia materna y paterna, cuando la guerra y bien pudiera agradecerles a ellas el poder estar ahora contando estas cosas. Siguen en importancia para mí, Don Xuan, en el Colláu, Covarada, en Vallanu, Covarón y Taravirón que en realidad son, con las dos anteriores cuatro boquetes a la misma caverna. Cuetu la Mina, y otras dos en Trescoba, la del Bolugu, la de Moscadoria y la de Patica. Dejo muchas más de las que no recuerdo su nombre, camino de la Boriza de las que no recuerdo su nombre y a las que nunca se me ocurrió entrar como a las anteriores citadas, pero sé en las fincas donde se ubican.

(Texto publicado en el "Anuario de Parres, Santa Marina, 2013")

domingo, 19 de mayo de 2013

Cincuentenario del Instituto de Llanes. 2012


"El Instituto como nivelador social"              

Recibiendo el diploma "Matrícula de honor" del examen de ingreso.

"A primeros de 1961, en uno de los habituales Consejo de Ministros de los jueves, se aprueba la construcción del Instituto de Enseñazas Medias de Llanes. El nuevo centro dará cobertura educativa a los municipios colindantes: Ribadesella, Onís, Cabrales, Peñamellera Alta, Peñamellera Baja y Ribadedeva, llegando incluso a extenderse su ámbito de influencia fuera de los límites provinciales, como era el caso de Val de San Vicente. Con la inauguración del anexo Colegio Menor residirían en él alumnos llegados de otros municipios mucho más alejados.

Era necesario complementar la Instrucción Primaria con otra Secundaria que fuese un puente hacia los estudios en las Escuelas Universitarias y de las distintas Facultades a las que, hasta ese momento, sólo accedía, casi exclusivamente, la clase más pudiente. Las pocas excepciones de universitarios de la menos favorecida económicamente se daban a causa de alguna otra circunstancia como es la de tener familiares en la capital que les daban, cuando menos, alojamiento. La enseñanza primaria para gran número de alumnos, sin excepción de clases sociales, se completaba con la asistencia a las clases del Colegio de La Arquera, que ofrecía unas enseñanzas diferenciadas con el resto de escuelas rurales, las de Comercio, Francés y Mecanografía con las que se abrían paso en Oficinas bancarias, Correos, Comerciales y del Ayuntamiento, cuando no para la emigración a países de América latina. La excepción era para el alumnado femenino que asistía con parecido objetivo al "Colegio de las Mantillas" y al "Divina Pastora" ambos de sonada reputación en aquellos tiempos. También había el llamado "Colegio de la Encarnación" indistintamente para chicos o chicas, que ocupó distintos locales en la Villa, y preparaba como bachilleres. Profesores de esta institución fueron los artífices, junto con otras personas del municipio que creyeron necesaria e imprescindible la creación formal del Intituto para abrir el abanico de caminos y con ello equilibrar el fiel de la balanza social. La maqueta creada para el edificio varios años atrás, dio forma a la construcción del nuevo Instituto de Enseñanzas Medias de Llanes del año 1962.

El destino de los jóvenes en los pueblos, donde la economía era esencialmente de subsistencia, había sido la emigración a América, pero en estos años que se abre el instituto, muchos jóvenes de ambos sexos tomaron el camino de sus padres, emigrados por entonces a los distintos países de Europa, que fueron abriendo cautelosamente sus puertas a causa del régimen totalitario que padecimos una vez finalizada la guerra.

Las obras del nuevo centro educativo no tardan en dar comienzo bajo la dirección y ejecución de la empresa "García Toriello", con tal alarde de rapidez que permitieron el inicio de las clases para el siguiente curso 1962/63. Aunque parezca insólito, el contratista tuvo serios inconvenientes para completar la plantilla de obreros fijos, por corresponder las fechas con la marcha a las tejeras y el comienzo de las labores del campo y otros trabajos como se puede leer en las páginas del Oriente de Asturias de esas fechas. En la mañana del 26 de noviembre tuvo lugar la inauguración del nuevo centro educativo bajo la dirección del profesor D. Bartolomé Taltavull.

El día 6 de septiembre de 1963, realicé la prueba de Ingreso, requisito previo imprescindible para iniciar estudios de bachillerato.

La prueba era en parte escrita y en parte oral ante un tribunal formado por D. Andrés Álvarez Posada para Naturales, Física y Matemáticas; D. Manuel Llanes Amor, sacerdote, se encargó de la Religión y D. Ricardo Ruiz Rabre, para las nociones de Gramática y Literatura, siendo además, director desde aquel curso que se iniciaba, y por ende, presidente del tribunal examinador.
También me había matriculado como alumno libre para los exámenes de 1º a los que me presenté unos días después, justo el siguiente a la Guía, junto con los llamados alumnos oficiales , suspensos de junio. En el examen de Lengua recuerdo haber ayudado a una niña que tendría unos once años. Lo tuve olvidado hasta que un día, no hace mucho, coincidimos en alguna sala de espera y ella me lo recordó con agradecimiento.
El último examen, ya más relajado, fue el de dibujo, con D. José Purón Sotres consumado artista al que años después volví a saludar en la sala Nogal de Oviedo, con motivo de una exposición de su obra. Me pidió que dibujara una manzana. Yo eché todo el empeño en ello y le dibujé una manzana medio pera y como noté en su cara un poco de extrañeza, le aclaré, medio azorado, que se trataba de una manzana mingana. Sonrió observando mi trabajo, en tanto que yo vestía la chaqueta y me despedí para salir. Me faltó el examen de Eduación Física al que no me presenté porque desconocía su cuestionario.
Estaba a punto de cumplir los quince años. El resto de mis compañeros de escuela estaban ocupados con el trabajo del campo y en el aprendizaje de un oficio, como carpinteros, mecánicos, camareros y peones de albañil los más. Resulta sorprendente, desde la perspectiva actual que a los catorce años ya se pudiese trabajar y en cambio la mayoría de edad no se alcanzase hasta los veintiuno. Me atrevo a decir que se veía mal que un muchacho de catorce años anduviera "estirando las pata" por las calles.
En las distintas filas de alumnos y de alumnas, claro está que,  por sexos, la gran mayoría eran desconocidos pues también había niñas del Colegio Divina Pastora y los residentes del Colegio Menor. El comienzo del Bachiller era a los diez años, por lo que al juntarse con los que pudimos acceder con más edad, los grupos de aula eran muy heterogéneos. Supe entonces que algunos de mi misma edad llegaban a los cursos superiores desde otros centros de la capital. Lejos de envidiarles, admiraba las charlas que llevaban por los pasillos sobre cuestiones que a mí me parecían indescifrables o verles traducir textos del latín y griego.
El hecho de ser estudiantes no nos liberaba de las obligaciones habituales del campo, antes y después de las clases. Sin salir el sol, mi padre me despertaba para ir con él a segar el verde. Las sombras de la noche se deshilachaban en las contraventanas del cuarto. Bajaba a lavarme la cara en el palanganero junto a la ventana del estregal. El agua fría de la jofaina me arrancaba de cuajo el último sueño que intentaba retener y se me iba del todo mientras me calzaba sentado en el frío peldaño de piedra en el arranque de la escalera.
Mientras mi padre cebaba las vacas, yo peleaba por aparejar al borrico que se obstinaba en hacer las cosas con su habitual flema, quizás disfrutando también del último sueño de la noche. Yo le daba, a la chita callando, una panoja de las que mi padre reservaba para la vaca de leche, con la idea de ganarle así su necia voluntad. Los caminos eran sinuosos, llenos de charcos y piedras sueltas. Las llantas de hierro se trababan con el menor obstáculo y el pobre asno debía hacer un esfuerzo mayor para vencerlo. Yo le ayudaba a tirar del carro, aún medio ensoñado y pensando en las clases. De vuelta a casa, madre nos tenía ya preparado el desayuno hecho sobre la chapa de la cocina de leña que despachaba mientras reunía los libros dentro del maletu. Me despedía y salía corriendo para ver si alcanzaba a Luis Antonio y Ana Sobrino González y Carlitos Díaz, y así andar acompañado los tres kilómetros que dista Parres de la villa. Tomábamos los atajos de los prados y a veces nos adentrábamos en el túnel para llegar antes. Para comer me encontraba con mi padre y compartíamos el almuerzo que madre nos acercaba a medio camino. El segundo curso dispusé de mi primera bicicleta, 1.275 ptas, más o menos el jornal de diez horas de mi padre durante unos quince días; todo un lujo que amortizaría sobradamente en los siete años siguientes que la pude usar. Subía en ella a por la comida de ambos, relevando así a mi madre de la caminata que bastante trabajo le quedaba con la casa, la tierra y el ganado en nuestra ausencia. Se unirían al grupo nuevos alumnos: Marta González Noriega, prima mía y Marisol González Fernández prima de los dos, seis años menores que yo, por lo que me consideré protector de ellas ante las adversidades de la mecánica y ayudándolas a cruzar la nueva carretera que cortó nuestro trayecto por evitar la vuelta por el puente que añadía setecientos metros de más y bien sinuosos. Para evitar algún susto a la hora del regreso, guardábamos las bicicletas en la huerta de Agustín junto a la fábrica de dulce.
El conjunto de nuevas amistades que eché en el instituto junto con el aprendizaje y el medio, labraron mi personalidad de adulto: Jesús Abad, Miguel A. Bilbao, Manuel Espina, Alberto Pintado, Tino Burgos, Javier Concha, Cantero, H. de la Granda, Paco, Javier González, Javier Ojeda, Frade, Tarno, Bode... con los que compartí tantas horas de estudio en los recreos junto a los acantilados del Paseo San Pedro. En especial el gran Pablo Ardisana que nos guiaba en nuestros escarceos filosóficos. Compartí pupitre con él y nos ayudábamos mutuamente a completar las lagunas propias, pues él se manejaba bien en cuestiones de Historia y Literatura en tanto que a mí se me daban mejor las Matemáticas y las Ciencias. Debía de ser el nuestro, el pupítre más veterano de todo el curso y eso nos dio cierto prestigio ante los profesores, algunos de los cuales, a finales del instituto, apenas me sacaban años. No en vano, en segundo, Mª Teresa Carriles que era nuestra profesora de Lengua, me nombró Delegado, según dijo ella, por parecerle el más responsable del grupo y pienso que fue por ser uno de los mayores, dieciséis años bien crecidos, junto a niños de once.
Algunas instalaciones previstas para el centro nunca llegaron a inaugurarse, como la capilla que siguió siendo la carpintería de la empresa o el gimnasio en el que sólo se veían las espalderas, los potros y cuatro colchonetas. Las clases se daban al aire libre, aunque orbayase. Íbamos al campo de fútbol a correr para el calentamiento previo a las tablas de ejercicios suecos que hacíamos en el mismo césped. Después venían los saltos y los lanzamientos de jabalina, disco o peso. Un año, por fin, construyeron una cancha de cemento, colocaron los palos y pudimos jugar al baloncesto. La indumentaria que usábamos consistía en una camiseta de tirantes, un calzón corto azul, unas zapatillas y unas medias. Si llovía echaba por encima el "pulligan" que no transpiraba de puro plexiglás que era. Después de hacer los ejercicios de relajación, a toque de silbato el profesor ponía punto final y corríamos a cambiarnos antes de irnos a la siguiente clase. Aborrecía los días de lluvia, no como dice el poeta, por la monotonía tras los cristales, sino por tener que recorrer el mismo camino cuatro veces. Los mismos charcos, las mismas hierbas que cernían su grana madura sobre las perneras mojadas de mi pantalón de mahón.
En cambio, funcionaba bien el Laboratorio que estaba surtido de materiales y productos químicos. Lo usamos con Carmen Rosa de la Hera y con Galdós. La cocina y los comedores estaban en aulas del segundo piso y atendían, generalmente en dos turnos, a los alumnos del transporte. Los que usábamos la bicicleta, en ocasiones, comíamos en los alrededores al sol o bajo los soportales y algunas veces, pocas, en el comedor del Bar La Gloria. En sexto disfruté de una beca que me dieron por la que me redujeron el precio del comedor de dieciocho a once pesetas. La biblioteca se abrió en los últimos cursos que yo asistí a las clases. Para consultar y ampliar datos, después de terminar los trabajos del campo, solía bajar en bicicleta a la Biblioteca Municipal atendida por Emilio Pola, el poeta.
Un día, a la hora del recreo, el delegado nos dijo que debíamos subir al aula del Sr. Noceda para hacer pruebas de voz para el coro. Me pareció interesante apuntarme a Música y allá fui de muy buena gana.
Pasaron varios alumnos delante mío por lo que tuve tiempo sobrado de aprenderme la escala y su entonación, que por entonces desconocía, pero como escuché que los citaba para ensayar media hora después de la salida de las clase, cuando llegó mi turno hice todo lo posible por desentonar. Al mediodía tenía que volver a casa, recoger la comida de mi padre y mía y llevarla hasta la Talá donde trabajaba. Así y todo me sobraba media hora para disfrutar de los amigos y si llegaba el caso, repasar con ellos para el próximo examen.
Sabía de muchos compañeros que tenían responsabilidades parecidas a las mías y jamás me quejé de mis circunstancias, todo lo contrario, pues creo que me sirvieron para dedicarme con ahínco al estudio.
El elenco de profesores de aquellos cinco primeros años de mi estancia en el centro es numeroso. Aún a sabiendas de que me faltan nombres y apellidos de algunos de ellos, hago esta lista ordenada por asignaturas, cursos y cargos que ocuparon.

DIRECTORES: Bartolomé Taltavull, (62-63). Ricardo Ruiz Rabre, profesor de Latín (63-66), Francisco Sanz Franco, (66-68).
SECRETARIOS: Eduardo Peralta, David Ruiz González y Teófilo Rodríguez Neira.
DIBUJO: José Purón Sotres para el examen de 1º. María Minguet, en 2º, hermana de la Jefa de Estudios. Ángel Boué, en 3º. A cuenta de un cuadro que le hice con pinturas Dacs”, en el que representé con marcado estilo impresionista un campesino, habló con mi padre para proponerles que me enviasen a la Academia de San Fernando, para lo cual él se ofrecía a solicitar beca de estudio. Fue un camino que  rechacé y que pudo haber cambiado el curso de mi vida. Vicente Cogolludo para el dibujo lineal de 4º y 5º.
RELIGIÓN: Manuel Llanes Amor, párroco de Parres y Porrúa, profesor en 2º, 3º y 4º. Elviro Martínez párroco de Llanes y profesor en 5º y 6º.

FRANCÉS:
Beatriz Rodríguez Zapico en 2º. De las clases con Beti recuerdo el repertorio de canciones populares francesas: Frère Jacques, Sur le Pont d’Avignon, Au clair de la lune, Le petit navire, Chevaliers de la Table Ronde y otras más a las que fui añadiendo por mi cuenta las de Gilbert Bécaud y otros de nuevo cuño.
Juan Antonio Pando, atento, cordial y joven profesor de la cuenca del Nalón, en 3º.
Tránsito Abril, igualmente buena, en 4º.
Olga Rey Vidal, sin duda alguna, la más temida y admirada a la vez en el instituto, por su esbelta figura, guardando perfecto equilibrio sobre zapatos de fino tacón, con toda seguridad, sacados de alguna boutique parisina. Estaba de moda la minifalda y ella la sabía lucir valientemente, aunque para los que regían los destinos sobrenaturales y terrenales era inmoral lucir el físico que la naturaleza magnificaba. Contribuyó sin saberlo en el despertar de nuestra adolescencia. A la vez que despertaba nuestra juvenil admiración, la posibilidad de que nos sacase a dar la lección nos sumía en una eterna angustia, esperando que Ramonín, el bedel, tocase el timbre de cambio de clase.
Al matricularme recuerdo que me preguntaron si daría Francés o Inglés y, como lo dudé, me anotaron el primero que era el idioma en auge y el que escogía la mayoría. Aparte de todo, aún no se había presentado quien fuese a dar el inglés. Bastantes días después de la apertura del curso, una profesora, a la que nadie había visto, se abrió paso entre los que esperábamos en el vestíbulo de entrada y llamó con marcado deje caribeño ¡Vamo, lo de Inglé! Poco más de media docena, entre chicas y chicos la siguieron escaleras arriba hasta su aula. En Liverpool marcaban nueva tendencia en la moda y en los ritmos cuatro jóvenes llamados: John Lennon, Paul McCartney, George Harrison y Ringo Starr.

LENGUA:
Mª Teresa Carriles en Lengua española de 2º. Diez años después, estando ya de maestro en Panes, fui a saludarla a su casa de Narganes donde residía.
Rodrigo Grossi Fernández en 5º y D. Venancio en 6º, ambos de Lengua y Literatura.

LATÍN:
Vicente Alonso Sánchez nos enseñó el Latín los dos cursos de 3º y 4º. Su forma de dar la clase se basaba en una equilibrada relación entre la amistad y el respeto mutuo, lo que calaría en mi posterior actitud como docente. Vivía en San Roque del Acebal, pueblo en el que su madre había ejercido como Maestra. Actualmente reside en Llanes. [*1]

GRUPO DE CIENCIAS:
Carmen Rosa de la Hera para Matemáticas de 3º y la Física y Química de 4º. Fue todo un modelo pedagógico para mí. Con ella visitamos el laboratorio por primera vez y nos llevó por la costa y playas para recoger fósiles y minerales. En los prados usamos la guía linneana y aprendimos el nombre científico de diversas plantas.
Juan Antonio Rodríguez, Matemáticas de 2º.
Soledad González Avín, en Ciencias de 3º.
Luis Carrera, Matemáticas en 4º.
Humberto Migoya, Matemáticas en 5º y 6º.
J. Claudio Pérez, Química de 5º.
José Luis Pérez Galdós, profesor de Laboratorio de química en 6º y
Andrés Álvarez Posada, Física de 6º.
HISTORIA Y GEOGRAFÍA:
Ramona Minguet en Geografía de 2º.
Mª Consuelo Escalera Bustio de Balmori y
David Ruiz González de Oviedo, en Historia de 4º.
FILOSOFÍA: Teófilo Rodríguez Neira, en 6º.

POLÍTICA:
Jesús García-Fernández llanisco, para los seis cursos de los dos bachilleratos. Era buena persona y de buen carácter siempre que no le cuestionáramos sus ideales políticos, pero podíamos permitírnoslo sin ninguna represalia mayor. Se prestaba fácilmente al debate enardecido que provocábamos para saltarnos los aburridos textos "políticos" del manual con el que intentaron camuflarnos la verdadera historia reciente narrándonos las hazañas del Cid y de Guillermo Tell.

HISTORIA DEL ARTE:
Srta. Amandi y Dª Inés García Villar de Vidiago, lectora de la Mitología, mientras vigilaba nuestras horas libres por ausencia del profesorado.
EDUCACIÓN FÍSICA: Andrés Moral, en 2º y 4º.
José Luis Plaza en 3º.
D. Teodoro, director del Colegio Menor, en 5º y 6º.

OTROS: Francisco Sanz Franco, en Griego y su esposa Anna Mª Duarte para Latín.
Mª Luz Cocina, esposa de Teófilo, para Inglés,
Merche en Física, esposa de J. L. Pérez Galdós.
Rosaura del Sastre, profesora de Literatura, esposa de D. Claudio Pérez.
Pedro Oñate Gómez, Chunchi Novoa, Ofelia, Carlos González, Daniel Ruisánchez Frade de la Pesa de Pría, en Química, José Antonio Cezón y pocos más de los que no recuerdo bien su nombre.

BEDELES: Aunque tan sólo sea mencionar sus nombres de batalla, porque como en tal pelearon y trajinaron por mantener nuestros locales y recibir todas las mañanas a sus insignes usufructuarios, Titas y Pomposa, Ramón Obeso, Ramonín y después Silverio, que se encargaron de atizar la calefacción con que secar mis mojaduras los más días de lluvia y al personal de la Secretaría.
Estos son, en resumen, la parte humana compartida con el resto de compañeros. La particular, la vivida en mi interior, viene arropada con un conjunto de recuerdos inenarrables, como el sonido del mar bravío y el trueno en el pararrayos, el timbre de entrada y salida, los golpes de las puertas, las carreras por los pasillos, el eco del salón y del patio, los gritos y ovaciones del campo de fútbol y el silencio del aula en el examen, sólo roto por algunas toses nerviosas de los copiones de turno. Olores no me faltan, como el de la cercana fábrica de dulce, el del tomate con macarrones en el comedor de arriba y por ser más poético, el de los tamarindos y mentas del paseo en nuestros recreos. Lo más enriquecedor de todo, el afectuoso trato que recibí de todos mis profesores sin excepción, de los que intenté captar su parte más positiva para emplearla en mi tarea posterior como docente. Tanto a ellos como a los que tuve como maestros en mi escuelina de Parres y en las Escuelas de la Arquera, les debo, en buena parte, el hecho de haber disfrutado de mi profesión durante prácticamente otros cuarenta años.
¿Invento o trastada?
"El primer lanzamiento al espacio"
Era en cuarto, (65-66), final de mi Bachiller elemental. En los dos cursos superiores y el Preu destacaban alumnos liderados por Juanjo Llamazares Martínez. Yo les admiraba al verlos trajinar con cierta soltura por los laboratorios de Física y Química de D. Andrés Álvarez Posada. Aquellos genios de la ciencia algo fraguaban, como se comentaba en los corrillos del patio de recreo. Posiblemente, hubo alguna fisura en el mal guardado secreto y, convertido en noticia, corrió como un reguero de pólvora y a punto estuvo de convertirse en humo, tal como me confesó, tiempo después, el líder del grupo. Se habían embarcado en un proyecto de gran altura, nada más ni menos que la construcción y lanzamiento de un cohete tripulado, el primero y posiblemente el único que se lanzaría en Llanes. Lo llamaron Proyecto Tieves, cuya fase primera, el “Tieves I” estaba previsto ser lanzado en el campo de La Encarnación con motivo de la festividad de Santo Tomás, patrón de los estudiantes. Los rusos habían lanzado el "Spunik" y los norteamericanos tenían el "Apolo" aún en fase experimental.
Llegó el día “D” señalado. Dedicado a actividades culturales y deportivas, nos concentramos todos los alumnos en los aledaños del centro para ver en directo tan insólito experimento. Algunos, que no confiábamos nada en aquel prototipo de cartón nos protegimos detrás de unos matorrales y a distancia. Ante la sorpresa de alumnos y profesores, aquel ingenio sobrepasó con creces la altura que todos esperábamos que alcanzara, dado su porte y peso. En su caída no hubo que lamentar incidente alguno. Del pobre sapo que lo tripulaba no se supo nada, pero quiero pensar que aterrizó indemne en algún matu de hierba en las inmediaciones del campo de fútbol.
Se dice que todo se fraguó en las clases de química con D. Andrés quien, sin darse cuenta de las verdaderas intenciones de sus pupilos les dio, con todo lujo de detalles, la fórmula de la fabricación de la pólvora. La obtención del material para la composición no fue nada fácil pues el volumen que necesitaban no lo había en el laboratorio del instituto y tuvieron que sacarlo en porciones menores de las farmacias de turno por parte de todos los componentes del grupo, cosa que también llegó a preocupar a los expendedores que acabaron por decirles basta. Nada fácil fue convencer a D. Ricardo, director del centro, que les permitiera el lanzamiento para el día de Santo Tomás.
La explosión provocada por el lanzamiento del "Tieves II" en el lugar que le da nombre, días después, junto a los depósitos de agua, fue más sonada y trajo en vilo, por la altura del sitio y el ruido de la explosión, a los guardias del Cuartelillo. Tras diligentes investigaciones de las unidades enviadas “in situ”, todo quedó en un susto, salvo para el promotor que tuvo que tragarse el severo discurso de su progenitor, a la hora del almuerzo, en cuanto colgó el tricornio y el uniforme."

[*1] POST SCRIPTUM
    Ordenando los libros en las estanterías de la biblioteca, por hacer hueco a otros nuevos que de continuo van llegando a casa, encontré al hojear un viejo diccionario etimológico que en ella tengo junto con otros de mayor uso, recuperé la carta que don Vicente me había mandado el 18/06/13 y que tanto había buscado. Recordaba en esencia el contenido de la misma, pues fue grande la emoción que sentí al venir de uno de mis profesores más apreciados, a pesar de que la gran mayoría lo fueron para mí. Aprovecho como pretexto este suceso para confirmarles a todos mi agradecimiento. 

    <<Al escribir esta carta, recuerdo una leyenda piadosa que teníamos en un libro de lectura en la escuela de mi pueblo.
Decía así: "Cuando Santo Tomás de Aquino terminó de escribir la Summa Teológica, se le apareció Jesucristo y le dijo:
"-- Bien has escrito de mí, Tomás; ¿ qué quieres de recompensa"?
 
   Y este es ahora mi caso, pues quiero agradecerte lo que has escrito de mí en la Revista del cincuentenario del Instituto; no sólo me recuerdas a mí, sino también a mi madre como maestra nacional de San Roque. Doble agradecimiento. A mí también me hubiera gustado escribir algo en esa revista, pero me avisaron tarde y mal. Escribo todos los meses en una revista que se edita en Santander, siempre sobre Filología y Cultura Clásica. En Cantabria tengo muchos seguidores que me leen con entusiasmo.
    Ya jubilado, repaso mi larga vida de docente, -- me jubilé a los 70-- y, con la mayor modestia, me siento muy satisfecho, pues fueron muchos de mis alumnos que, por seguirme, se licenciaron en clásicas. Hoy están todos colocados y algunos como catedráticos.
    Estuve varias veces como tribunal de oposición de Latín, en Madrid, Cáceres y Santander y siempre a los opositores los favorecí cuanto pude, pero suspendí a cuantos curas se presentaron; mi conciencia no me permitía que ellos, con un trabajo seguro, quitaran el puesto a un padre de familia y, además, según mi entender, los curas no saben latín.
    Recibe un afectuoso saludo y sincero agradecimiento y, si algún día me ves, salúdame, pues yo ya no te conozco".>>